Aparece en el horizonte esto que muchos andan diciendo: "No vivimos una época de cambios, sino un cambio de época". Fácil de decir y memorizar, eufónico, incluso. Difícil de digerir.
Alessandro Baricco me acompaña estos días gracias a Ana. Él se refiere a este cambio, también, imparable, inevitable.
Desconcierta, es verdad. Las respuestas no nos sirven o alcanzan, porque no interesan o las preguntas cambiaron, lo cual es lo mismo. No sirve ni vale quejarse o echar culpas. Hay que sentarse y mirar hasta que nos demos cuenta que las cartas son las mismas pero cambió el juego. Reaprender, desparender.
Tiempo que es fascinante porque la era no parió aún lo nuevo; tiempo que da temor, porque lo viejo aún no murió. O peor, está muerto pero mantenido con respirador que ninguno de nosotros se anima a desenchufar.

¿Qué florecerá de este mundo que se termina?.
Prefiero escuchar las preguntas e intentar respuestas nuevas y viejas, renovadas y envejecidas, ensayar lo provisorio mientras aclara. O termina de oscurecer.
4 comentarios:
Siempre te resulta caótica la charla conmigo pero siempre onda, no? y no por mérito mio!!
No sólo con vos es caótica, che, que cierto caos me acompaña. Beso.
Me acordé de Abraham Pablo... ¿Seremos testigos de lo nuevo?
Y confío en que aunque oscurezca un rato, siempre gana la luz
Tal cual, pasa que demasiados esperan que la luz sea un foco de 500W y de pronto, no es más que un fueguito... o brasas que hay que cuidar.
Publicar un comentario