Gente que se dio una vuelta


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1 de mayo de 2010

101

¡Hey!. ¡La de ayer fue la entrada número 100!. Creo que es de las cosas más "perseverantes" que he hecho en mi vida, además de respirar y dejar que el corazón lata. En fin, que no es nada del otro mundo, che, pero para mí es más que meritorio.
Viene de replanteo: ojo, nada muy profundo. Me planteo: ¿para qué, quién escribo?.
Primero que nada, porque me hace bien como ejercicio de disciplina, palabra que no me divierte mucho, pero no encuentro otra. Sentarme cada día unos minutos, a veces con algo ya dando vueltas, otras desde menos cinco, poner palabras, jugar con los sentidos, ya es algo.
De aquí desprendo: escribo, en primer lugar para mí. No, mejor, por mí. Porque me sirve, me da gusto, me sale fácil.
Escribo además para poner un poco de orden en algunas ideas, intuiciones que son mías o de otros, pero mías ahora. Podés o no compartirlas, no me preocupa. Así, al menos, sé que en algún lugar dejé asentado que x día pasó x cosa, pensé x, sentí x.... Aunque mañana sienta j, por ejemplo.
Escribo sin filtros, al menos con poco. No me interesa generalmente más que ponerle palabras a lo que siento o lo que pasa -que no siempre es lo mismo-. Y está bueno decir lo que otros piensan y no terminan de formular. Me pasa, más de una vez, leyendo a otro: ¡Tal cual, es eso!.
Escribo desde lo que pinta: a veces más piadoso, más bueno, otras más cínico e irónico. Esta ironía me permite afrontar mucho de lo cotidiano.
Escribo porque/para que se haga un diálogo. Con mis mundos internos y si se da, con los ajenos.
Escribo porque tengo el don de la palabra, como todo humano. Y si hay algo que definitivamente soy es humano.

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