Gente que se dio una vuelta


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22 de enero de 2011

Chispazo

De cuando en cuando se me regala palpar la herida en el corazón humano. No el dolorcito ese que es pasajero, que se va con un duelo mayor o menor. No: hablo de esas heridas que están cicatrizadas ya, pero que aún duelen.

No causan rencor ni odio, no hacen más amarga la existencia. Están. Ahí.

Las veces que alguien me honra compartiéndolas, siento que me asomo al abismo de lo humano. Siento que ahí mismo, en esa herida, está la posibilidad de la sanación, de la reconciliación. De lo vivo.

No es que me agraden especialmente, pero son momentos que tienen algo de epifanía. Es necesario descalzarse.

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