
No causan rencor ni odio, no hacen más amarga la existencia. Están. Ahí.
Las veces que alguien me honra compartiéndolas, siento que me asomo al abismo de lo humano. Siento que ahí mismo, en esa herida, está la posibilidad de la sanación, de la reconciliación. De lo vivo.
No es que me agraden especialmente, pero son momentos que tienen algo de epifanía. Es necesario descalzarse.
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