Gente que se dio una vuelta


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28 de abril de 2010

Soso

Me gusta esa palabra: soso. Pronunciarla me da placer; al contrario de su significado, me llena la boca de sabor, de gusto. Es tan amplia que sirve para: una comida desabrida, una peli aburrida, un tipo pelmazo, una charla chata, un encuentro olvidable, una persona que no sobresale, una cara que no dice...
Soso, ese/a que se te acerca y ya te da sopor, que te hace pensar ¿falta mucho para que te vayas?, que te envuelve con ganas de morderte los cachetes por dentro para, al menos sentir algo. Ese que en el mismo tono te cuenta que fue padre o que se murió su perro. Tienen y desparraman tanta vida como la gelatina sin sabor, como las galletas de arroz sin sal.
Lo peor es que pocos sosos se dan cuenta que lo son. Los acompaña, casi inseparablemente, la poca percepción del tedio que provocan. Al minuto de estar con ellos, te atacan los bostezos más profundos, se te saltan las lágrimas.
Cuidado, parecen inocuos. No te dejes engañar.

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