Cuando la palabra se vacía de contenido, cae la confianza: si no creo en tu palabra, no confío en vos.

Cuando en el capítulo tres ya entre en escena la serpiente, el fruto, el esconderse de Dios, hay algo que no es menor: la serpiente provoca que los humanos desconfíen de YHVH, que crean que la prohibición del fruto es por celos, no por su bien.
Me lleva a pensar, suponer, decir: más que "pecado original" hay una "desconfianza original" que des-articula las solidaridades, las compañías, las esperanzas.
Hay que (il faut) recuperar confianzas.
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