
Lo conocido da seguridad y ayuda a que crezcamos más o menos sólidos. Pero el problema es cuando de adultos queremos que nos sigan repitiendo el-cuentito-tal-cual-lo-escuchamos-siempre. Ya no se trata de Blancanieves o Pinocho, pero volvemos a ese temor de que nos cambien lo que sabemos. O lo que creemos. Es así que intentamos denodadamente responder con varitas mágicas al hambre, con abracadabras a la injusticia, con alfombras voladoras a tantos problemas.
Claro, nos enojamos porque no funciona. Pero si alguien intenta hacernos notar que, al fin y al cabo, eran cuentos, no nos gusta nada. Preferimos, una vez más, la seguridad de lo inútil al riesgo de las múltiples posibilidades de la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario