Gente que se dio una vuelta


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22 de enero de 2013

Silabeo

En primer grado, allá por el '77 mientras los demás compañeritos de cole luchaban por descifrar los garabatos que tenían delante de los ojos, un nene hervía en deseos de gritar porque no podía entender que no entendieran. Cómo no distinguían la a de la e, cómo no les quedaba claro que la u no se pronunciaba en que, qui, gue, gui. Ese mismo nene aún recuerda el error tremendo -juro que lo recuerda- de haber escrito en un dictado cannario, de puro distraído y apurado.

Ese nene, un poco más crecido, entendió que el problema era que él no tendría que haber sabido tanto antes de que le enseñasen. Que había que ser bueno y paciente con los demás que no sabían.
Ese adolescente atravesó el secundario sin estudiar más que lo mínimo necesario y aún así, superó ampliamente a sus pares. Aún hoy conserva casi todo lo aprendido en una circunvalación del cerebro.

Ya en la facultad, le pasaba escuchar los exámenes ajenos mientras esperaba rendir el suyo y querer saltar al cuello del animal que se atrevía a presentarse sin saber un poco más que lo básico. Y ver cómo eran aprobados...

Le cuesta horrores reconciliarse con una capacidad intelectual que lo hacía sentir malo, porque lo ponía impaciente, intolerante. Sigue intentando.

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