Gente que se dio una vuelta


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17 de enero de 2013

De segunda II

Dejando aparte el sarcasmo (unos minutos, no más), es notable como muchas personas con la mejor intención, lo que ellos descartan -ropa, muebles, juguetes, lo que fuere- lo dan a los pobres. Es decir: lo que descartás, no lo que sobra, lo que no usás porque pasó de moda o porque engordaste. Lo que descartás, lo que queda, lo que ya no va más. Lo que se deja de lado, como se deja de lado la parte de la fruta que está machucada, el corte de carne más grasoso.

De alguna manera que no comprendo creen que está bueno eso, que esa limosna es merecedora de encomio y que otros son merecedores de limosna.
Ahí hay una clave: dar limosna, restos, sobrantes dista mucho de ser solidario, de querer justicia, de buscar otra cosa.

La limosna mantiene la distancia, es a-simétrica, condescendiente (lástima no poder usar el patronizing inglés). La solidaridad busca ser hacedora de justicia porque reconoce al otro, a la otra, como alguien que merece lo bueno, al igual que yo o los míos.
Hay abismos.

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