Me da pena decirlo, pero ya bien entrado el siglo XXI -ese siglo que soñábamos pleno de ciencia y técnica-, recrudece el oscurantismo. No, paren, no me he unido a los Iluminattii o alguna secta similar. Sin embargo, constato cotidianamente que las personas tienen (¿tenemos?) un costado mágico, pseudoreligioso difícil de erradicar.¿El nene se despierta llorando?: ve "cosas".
¿El perro le ladra a la nada?: hay espíritus.
¿Busco trabajo?: prendo dos velas blancas a San Pistón del Arco.
¿Me va mal en la pareja?: me hicieron un daño por celos.
Es más fácil dejarse arrastrar por fuerzas ocultas, inmanejables, raras, que hacerse cargo, crecer, madurar.
Calmar al nene y preguntarle qué le pasa.
Admitir que el perro tiene un oído más sensible.
Gastar suela recorriendo los clasificados.
Ver que esta relación no da para más.
Preferimos hechizos. Ay.

2 comentarios:
Es que si nadie tiene la culpa, algo la tiene que tener... yo nunca
Me faltó el (?) al final. Pasó un espíritu y me olvidé.
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