Gente que se dio una vuelta


© Copyright

Si querés copiar y pegar, claro que podés; pero citá la fuente, ¿sí?. Gracias.

3 de agosto de 2011

De terror


Nunca me gustaron las películas de terror. Cuando éramos adolescentes y hacía aparición el VHS, estábamos como obligados a ver cine de terror y, si podíamos conseguirla, alguna prohibida para menores de 18. Sí, era la prehistoria. Pero el tema es el terror. Decía que nunca me gustaron: sufrir porque sí, tener el corazón bombeando a mil, mirar desde detrás de un almohadón. No, gracias, no era ni es para mí.

Pero me pasa que me parece mucho más terrorífica la cotidianidad: eso que si somos honestos pasa tan cerca que ni lo miramos porque nos espanta. Esa línea finísima que evita que nos convirtamos en asesinos seriales o que degollemos al jefe que nos ningunea. Salvo rarísimas ocasiones, el monstruo no tiene máscara ni garras de acero. Se parece más a la imagen que nos devuelve el espejo.

Los griegos hacían catarsis gracias a las obras de teatro; quizás sea esta la manera, una de tantas, de las que exorcizamos nuestros demonios. Ponemos los monstruos afuera.

Pero son nuestros.

No hay comentarios: