Pero lo mejor, sin duda, son las personas. Las que paseamos y los de ahí. Hay una mezcla de doña de barrio que va a pasear como si fuese otro país, algunos que compran/mos comida, algunos gringos que deben haberlo encontrado en una guía porteña para extranjeros, y los que más me gusta ver: los mismos chinos/coreanos/vietnamitas y algún japonés.Me asombra que estén en las veredas, charlando en un idioma que no entiendo; que en los negocios, hablen entre sí y yo tan ignorante de lo que dicen; que a veces no entiendan lo que digo; que las inscripciones en los carteles se parezcan todas entre sí y que no me dé cuenta si se venden elefantes o brotes de soja, a no ser que los vea.
Me pregunto quién es extranjero.

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