Gente que se dio una vuelta


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17 de marzo de 2013

Recoleta

Lucía me dio la excusa, comentando unas fotos que saqué en el cementerio de la Recoleta. Fotos a bóvedas abandonadas, descuidadas. Vidrios rotos, puertas oxidadas, ataúdes volcados. No me impresiona la muerte o los espacios estos, para nada: los leo, los miro como narradores de historias.

Al oír, entonces, estas voces mudas, pensaba (y miraba). Estos monumentos a la muerte, a los muertos propios, maneras de rendirles honor, de perpetuarlos, han nacido en otro tiempo. Otro tiempo, otra cosmovisión, otra cosa. Este abandono de los lugares me habla de generaciones posteriores que ya no queremos mirar la muerte porque nos aterra.

Me habla del tiempo escaso. Me cuenta que el bisabuelo tuvo fortunas que los nietos dilapidaron. Me habla de la muerte como espacio turístico, no como memoria. Me dice que mejor disimular en el cementerio parque o la cremación. Me grita que hay olvido.

Para nada es necrofilia. Es, capaz, que siento, ahí, una segunda muerte.

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