Gente que se dio una vuelta


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21 de julio de 2011

Dale, vos podés

Por más que no me crean, a mí no me gusta discutir. Lo que sí me gusta, es el discurrir de las ideas, con lógica, con sentido, hilvanadas... En algunas cosas soy bastante racional.

Incluso, cuando sé que la pasión me está jugando fuerte en lo que digo, puedo -no sé si siempre, pero soy consciente que muchas veces- reconocer que tengo cierto compromiso afectivo con lo que estoy diciendo o pensando. Ejemplos:

  • Capaz mañana diga otra cosa, pero en este momento, siento mucha bronca y no puedo ser objetivo. 
  • Lo quiero tanto que no me importa lo que hizo (que sí, puede ser malo lo que ha hecho, sin dudas).
  • Si te respondo ahora, lo voy a hacer a las apuradas. 
  • Prefiero no opinar, porque no puedo ser objetivo.
  • Si me fijo en el cariño, te diría que sí, pero por el bien de todos, mejor no.
Incluso si no puedo sólo, le pregunto a alguien, blanqueando por qué lo hago: Creo tal cosa, pero siento que puede ser esto...

Por eso cuando escucho, leo, miro, argumentos que mezclan sin distinguir, o que a algo racional respondemos afectivamente -o viceversa-, o que no podemos ni entendemos que estamos mezclados; cuando además no podés razonar, cuando encima creés que si no es así, no es de otra manera y los demás somos giles o guachos... cuando veo eso, ahí sí, no te la dejo pasar. A muerte.

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