
Creo que lo terrible es el modelo, como tantos (por no decir todos) los modelos. ¿Cómo construirnos un modo de felicidad que tenga que ver con lo real y no con lo ideal?. Una felicidad peregrina, del ahora, del acá. Que no hipoteque el presente para perseguir una quimera, que pueda enraizarse en lo conflictivo de la existencia humana.
Puedo decir que soy feliz. ¿Los sesenta minutos de cada hora de cada día?. No, claro que no. Pero sé que ningún día he dejado de ser feliz, aunque sea, por lo que dura una sonrisa.
Tá bien, felicidad, chiquita, mezquina, capaz. Pero que me alcanza. Y la alcanzo.
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