Durante más de 6 meses no las abrí. Quitarles el celofán protector se me ocurría doloroso. Me animé, con el tiempo y abrí la más chica. Me llevó bastante tiempo ponerle mi nombre. No tiene otra anotación. La grande sigue intacta.
Las guardo para... no sé para qué. Alguna idea brillante, la gran revelación del sentido de la vida y la historia, una novela que aún no conozco, una tesis innovadora.
Mientras tanto las veo descansar a salvo sobre la mesa del comedor. Las miro y les pido, silenciosamente, un par de motivos como para usarlas.
Mientras tanto las veo descansar a salvo sobre la mesa del comedor. Las miro y les pido, silenciosamente, un par de motivos como para usarlas.
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