Mientras lo leía me sonaba conocido y me di cuenta que había sido hecho serie de TV y que, en algún momento, había visto parte de algún capítulo. Terminado el libro, busqué la serie y me dediqué a verla aprovechando el ritmo relajado de enero.Una adaptación digna, ambientación soberbia, actores y actrices bellos y buenos en su oficio. Pero lo que más me gustó fue el estilo épico: esa narrativa que cuenta gestas enormes, que superan a las personas, que tienen valentía, caballerosidad, arrojo, traición, fidelidad, idealismo, sentido de cuerpo/comunidad...
Un tiempo, una narración, en lo que importa es lo permanente, lo que queda, dejar huella: la catedral -más acá de su significado religioso- es la manera que quienes la sueñan y construyen tienen de decir: Voy más allá de mí mismo, de mi tiempo, de mi vida. Pongo esta piedra, pero no veré el final. Pero mi piedra vale.
Me hizo pensar en las catedrales que inadvertidamente levantamos y las que estruendosamente (se nos) caen.
Eternidades.

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