Gente que se dio una vuelta


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27 de noviembre de 2013

Olores que matan

Estábamos en el campo. Íbamos a pasar un par de días en la casa del familiar -¿abuela, tío?- de un amigo. Después de un viaje interminable en tren, llegamos. Los caseros habían abierto la casa principal para que se ventilara. Había, sin embargo, un olor raro, húmedo, animal que no llegaban a cubrir ni las flores ni los espirales contra los mosquitos.

-Es olor a guano de murciélago

Ni en mil años hubiese adivinado. Hoy es un aroma que reconozco, que se sumó a mi registro olfativo.

Pensaba análogamente: hay otros registros, capaz más intelectuales unos, más intuitivos otros, que me hacen oler y reconocer cosas que por ahí para otros pasan inadvertidas. Y no entiendo cómo pasan inadvertidas, cómo no es evidente. Ahí recuerdo el olor a guano de murciélago.

Si no hacés experiencia, si no te animás a oler, difícil que lo notes.
No podemos, no puedo oler por el otro. Aunque apeste la realidad.

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