
Segundo obstáculo: la abundancia de palabras: libro largo, traducido del ruso, en un estilo al que no estoy habituado.
Superado esto, es notable cómo el autor se mete en la psicología del protagonista, en sus decisiones morales, en descripciones de una sutileza notable en un mundo pre-freudiano. El dilema moral no del crimen en sí, es demasiado tentador: un crimen puede ser redimido por cien actos virtuosos. O cómo asesinar para probar (?) superioridad, quizás.
No creo haber comprendido todo, no creo haber captado sutilezas, de a ratos avanzaba sin prestar demasiada atención. Quería poder terminar. Pero sin dudas algo hay entre esas palabras abundantes, entre esos nombres extraños, que hacen de Crimen y Castigo un clásico.
Vale la pena este Everest.