Al principio se cuidaba. No quería incomodarnos, no quería exponerse ni "quedar mal". Cuando vio que podía relajarse -al fin y al cabo, nuestras miradas se acercaban mucho, se fue animando a más: lo difícil de saberse malmirado por ser aborigen, el menosprecio de las costumbres y tradiciones, las hegemonías que se querían imponer.
Qué bueno, pensaba, poder re-hacer la historia, corregir enfoques, amar lo propio, asomarse a un nosotros común. Un nosotros que incluía e invitaba. Del que nos reconocíamos mutuamente parte no por raza u origen, sino por opciones y modos de mirar.
Dones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario