Los más grandes murmuran dentro de la capilla. Los chiquitos juegan afuera, no sé que tan ajenos a la muerte.
Murió Esther. Pobre, trabajadora, luchadora, de una alegría que no llegaba a cubrir la tristeza de fondo. Por un ex marido violento, por los hijos que la vivieron sin cuidarla y descuidándola en la enfermedad, por una vida entera en casilla de chapas y calle de barro... Recién en los últimos años tuvo su casa de material gracias al plan gubernamental.
Mientras pudo trabajó: limpiaba casas del barrio, la mía entre otras. Limpiaba la iglesia para sumar unos pesos más. Y en su tiempo ¿libre? daba una mano en Caritas.
Nunca supo leer ni escribir: sólo uno o dos de sus hijos saben. Le gustaba la música. En alguna peña le vi cantar bajito, siguiendo las canciones que sonaban desde el escenario.
Peleó contra la marginalidad y la marginalización. Por el pan digno para los suyos.
Que descanse al fin.
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