
Sí, no, un poco, no tanto: todas las respuestas son ciertas. Pensamos de un modo, en un molde, lo que no quita que podamos amoldarnos a otros.
Por ejemplo, en español -y otros idiomas-, si digo juega no se sabe si es un él o una ella quien juega. Pero en hebreo, es en el verbo donde se indica el género, no en el pronombre. Otras lenguas, incluso, distinguen más de 14 géneros: masculino, femenino, animal, vegetal, cosas líquidas...
Otros no tienen algo tan básico como los conceptos derecha e izquierda, detrás, adelante; se orientan por los puntos cardinales, que, claramente varían cada vez que se mueve el hablante...
No por nada es tan complicado entenderse...