Gente que se dio una vuelta


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17 de diciembre de 2013

Irrupción

Treinta años atrás nacía mi primera sobrina. Inesperado el parto. Un embarazo que transcurrió a más de mil kilómetros. Mi hermana mayor y su marido recibieron un llamado telefónico avisando que había una beba esperando a sus padres. Allá fueron.

Volvieron a la semana, muy cerca de navidad, con un bulto minúsculo, con una pelambre negrísima, mínima bebé en un moisés que parecía enorme. Habían –habíamos- adoptado a Natividad y se estrenaban todos los parentescos: primer hija, nieta, biznieta, sobrina…  

En la inmensa maraña de primos y tíos estrenábamos un vínculo no sanguíneo. De buenas a primeras se inauguraban un montón de sentires, amores, cariños. Aparecieron palabras que se hicieron cotidianas: adoptar, Neuquén, mapuche, sur, tenencia, Nati.

Treinta años después, ella misma es madre de dos niñas que corrieron los parentescos un grado más: de padres a abuelos, de hermano a tío, de abuelos a bisabuelos, de tíos a tíos abuelos.

Bendecidos.

1 comentario:

José Luis D'Amico dijo...

Cada día me asombro más con estas maravillas de nacimienttos. Y me confirman que en verdad la paternidad, maternidad, y todos los parentezcos son siempre adoptivos y electivos: uno elije ser padre, madre, etc, o no; y luego lo adopta, o no.
Aun las maternidades y paternidades sanguíneas para que sean verdaderos vínculos deben ser aceptadas y adoptadas.
O algo asi.
Felicidades a toda tu familia y a vos tio y tio abuelo.