Gente que se dio una vuelta


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27 de septiembre de 2013

Viejos miedos viejos

No veo películas de terror. Me dan miedo. Sí, ya sé que son películas. Me dan miedo igual. Nunca me gustaron. Cuando de adolescentes, con las primeras videocasetteras, nos juntábamos en patota a mirar una película, rogaba a los dioses que no fuese de terror. No siempre era escuchado, debo decirlo.

Después, si tenía que volver solo a mi casa evitaba mirar hacia los costados, iba por el medio de la calle, caminando rápido. Al abrir la puerta, no quería mirar el espejo -todos sabemos que en los espejos aparecen los fantasmas-.

Me cepillaba los dientes sin levantar los ojos del lavatorio. Esperaba que detrás de la cortina de la ducha apareciese algún muerto. O un asesino. Cuando me metía en la cama, podía escuchar hasta la respiración de las polillas. El monstruo podía estar en cualquier parte.

Ya más grande, aunque no más maduro, sigo sin verlas. Aunque el monstruo que acecha en la bañera o el fantasma del espejo tengan caras familiares: la mía, entre otras.

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