Gente que se dio una vuelta


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26 de noviembre de 2012

Trampas sutiles

En las discusiones adolescentes -y no tan adolescentes- abogamos por una libertad absoluta e irrestricta.
Ya en esos momentos algunos argumentaban la imposibilidad de una libertad tan sin límites: la cultura, el momento histórico, la genética, condicionan y restringen poco o mucho esta pretensión. Yo era de los últimos, claro.

Más adelante fui convenciéndome que la libertad, precaria como es, crece si elegimos bien; de alguna manera, nos hace más humanos, más plenos. Elegir (el) mal va empequeñeciéndonos, deshumanizándonos.
Y aunque sea por ensayo y error, a tientas, está bueno crecer en libertad. Por eso me dan pena aquellos que ante el espacio casi infinito que se les abre, eligen que otros piensen, razonen, decidan por ellos, haciéndose deudores de quienes los esclavizan.

Sin cerrojos ni cadenas.

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