
Tuve que estar varios días con el ojo izquierdo cubierto -dicho sea de paso, la tela adhesiva me provocó una reacción alérgica en la piel, un éxito tras otro-.
Al tener el ojo cubierto, no lo sabía, se pierde "profundidad" en la visión. Se ve más plano y al principio cuesta calcular las distancias.
Cuando leo, escucho, o me cruzo con razonamientos obtusos, prejuiciosos, fundamentalistas, no puedo más que recordar cuando andaba tuerto: creía que veía bien, hasta que me llevaba puertas por delante, volcaba vasos, no acertaba tan rápido a la cerradura. La culpa no era que las cosas se corrieran de lugar. Era mía.
Hay quienes culpan a las cosas. O a quienes ven bien.