Gente que se dio una vuelta


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28 de agosto de 2012

A los tumbos

Ayer a la mañana pasé por el hospital de San Isidro a visitar a una señora del barrio que fue operada. Mientras buscaba la habitación en el cuarto piso, siento que me llaman: otra mujer del barrio, de la comunidad, con su esposo, esperando para ver si al marido lo internaban o no.

Encuentro la habitación, me quedo un ratito corto, para no disturbar; mientras estoy yo, la hija que la acompaña sale, para no ser demasiados. Charlamos un poco con Esther: todavía no le dijeron que no pudieron operarla, que abrieron y cerraron.

Esther es laburadora como pocas, pobre de toda pobreza, analfabeta. Crió una punta de hijos sola, hijos de un marido violento que desapareció y la dejó más sola aún. Sus hijos no la cuidan, y ella sufre, porque tiene que seguir trabajando por sus nietos, que si no, pasan hambre.

Me encuentro afuera con la hija que me confirma que no hay nada que hacer, que el tumor está muy avanzado. Mientras tomamos un par de mates en la sala de espera pienso: ojalá tenga un tiempo final que compense tanto.

Ojalá.

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