Si visito a alguien que vive en un edificio de varios pisos, me gusta asomarme por el balcón. En realidad la altura me da un poco de miedo, así que me asomo haciendo contrapeso con la cola, no sea cuestión que la cabeza haga peso y caiga. Y me aferro a la baranda del balcón, por dudas que el viento sople fuerte y me vuele. Lo sé, no tiene lógica. Nada tiene lógica. Podría no asomarme. Sé que mi cabeza no pesa tanto. Sé que es improbable que haya un viento capaz de levantarme. Pero hay algo en el vacío que me atrae y aterra: necesito mirarlo.
Siento que el miedo tiene que ver con una duda básica: ¿qué pasa si el vacío me atrae demasiado?; ¿qué pasa si me dejo ir?.
El vacío, la libertad, la locura, el riesgo, la muerte, la nada, dios, Dios. Llaman. Atraen. Repelen.
30 de noviembre de 2013
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