Puede que fuese cierto, puede que a esa hora de la mañana aún no hubiesen hecho las compras -se compraba lo de cada día en esa época-. Algo se me movió en la conciencia. Cuando al rato me llamaron a desayunar, no pude comer el pan con manteca, no pude tomar el café con leche. Estaba triste. Enojado. Tristeza porque había escuchado a alguien pedir comida, enojo porque no la habían ayudado. Estaba enojado con mi abuela -la única vez que me enojé con ella, creo-. Le dije, en el enojo, que había mentido, que había pan en casa, que no quería comer nada. Hice -no sabía cómo se llamaba- una huelga de hambre que no duró más que hasta el mediodía.
Ese día descubrí que la pobreza estaba cerca. Que no era justa. Que me daba tristeza el hambre ajeno.
La memoria de esa chica me sigue doliendo.
Ese día descubrí que la pobreza estaba cerca. Que no era justa. Que me daba tristeza el hambre ajeno.
La memoria de esa chica me sigue doliendo.
1 comentario:
lindo relato...te pinta entero
Publicar un comentario