Un par de días atrás, charlando con la esposa, le comentaba que sería bueno -y doloroso- que aprovecharan este momento para clarificarle la situación y poder despedirse, cosa que antes de la sedación tuviesen él, ella, la hija, la posibilidad de decirse hasta luego.
Hoy lo visitaba, decía, y estábamos ahí, rezando, despidiéndonos; él ya sumido en el sopor de la inconsciencia, los demás diciéndole cosas con cariño, bendiciendo su vida, asegurándole y reafirmando su amor por él, acariciándolo...
Esos momentos duros, dolientes, esperanzados...
Sagrados.
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