30 de noviembre de 2012
Uno, dos, mil.
Un nene pequeñito cuenta: Uno, dos tres, cuatro, cinco, trece, ocho, veintidós...
Después del abarcable cinco, todo está más allá. No alcanzan los dedos de la mano. Entre quince y cuatro mil tres no hay diferencia.
Cuando crece un poco, amplía el horizonte a diez, como los dedos de las manos; veinte, si es verano y puede verse los de los pies.
Al tiempo, puede acercarse a la noción asombrosa de saber que los números no se acaban, que son tan infinitos como podamos contarlos.
Hay quienes, ya adultos, aún cuentan hasta cinco.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario