Desde que empecé a hablar -la leyenda cuenta que guardé silencio hasta los dos años, cuando de pronto comencé a hilar palabras sin media lengua- nunca tuve costumbre de callar/me.
Para bien o mal suelo expresar y articular lo que pienso. Añado a propósito articular porque suelo pensar en continuado, con secuencias, no con fotos fijas. Razonando, uniendo premisas y conclusiones, tratando de ver un panorama más amplio. Si bien soy calentón y pasional, no menos cierto es que soy racional.
Por eso intentaré -intentaré, digo- hacer el esfuerzo de callar.
Para no herir. Para que no nos hiramos.
Una vez, al menos.
8 de noviembre de 2012
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