En algún lugar sigo sintiendo, decía ayer, que pese a lo que creo y manifiesto, en un nivel más profundo siento lo contrario. O contradictoriamente, que es casi lo mismo pero no.
Capaz que como hay cosas que no me significan demasiado esfuerzo, no las valoro. No me las valoro. Por eso, no tienen que ser felicitadas ni agradecidas. Es decir: no me felicites porque leí mil libros ni me agradezcas porque pude darte una mano con los tiempos verbales. Felicitáme porque dejé de fumar o dame las gracias porque a pesar de los 36º a la sombra, te fui a ver al hospital.
Es decir. Sigo en la lógica mercantilista del esfuerzo.
Un horror.
17 de noviembre de 2012
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