Cuando alguno quiere ser bueno a ultranza, para ganar un cierto cielo, para satisfacer alguna deidad, para alimentar su narcisismo, los demás pasan a ser instrumentos, no más, de su búsqueda. Medios que le permiten sumar puntos en algún sistema de recompensas kármicas.
Entonces la necesidad (o no necesidad) del otro, de la otra, es avasallada por lo que yo creo que necesita. Ejemplo burdo: cruzo de vereda al ciego que, en realidad, esperaba encontrarse con alguien en la esquina donde estaba. No me importa más que ser bueno, aunque moleste, perjudique, ignore al prójimo.
No es tan inusual esta gente.
4 de noviembre de 2012
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