Cuando alguien se apasiona y cuenta, como Roque nos contaba en Tilcara, de sus antepasados, de cómo recrear técnicas ancestrales, de la fuerza de la Madre Tierra, me da gozo.
Escuchar desde varios siglos atrás las voces de algunos que se congregaban el las catacumbas en Roma.
Mirar la placidez, tan contradictoria a nuestros ojos, con que la muerte encontró a los niños de Llullaillaco, en Salta.
Ahí la tradición está viva, la historia es presente, el pasado se acerca para hacerse futuro.
Esta historia remota tiene que ser cuidada "físicamente"; preservada.
Por eso me asusta cuando veo que hay quienes hacer del presente un museo, de lo actual un fósil. Cuando para preservar lo que creemos bueno lo hacemos sagrado e intocable.
Escuchar desde varios siglos atrás las voces de algunos que se congregaban el las catacumbas en Roma.
Mirar la placidez, tan contradictoria a nuestros ojos, con que la muerte encontró a los niños de Llullaillaco, en Salta.
Ahí la tradición está viva, la historia es presente, el pasado se acerca para hacerse futuro.
Esta historia remota tiene que ser cuidada "físicamente"; preservada.
Por eso me asusta cuando veo que hay quienes hacer del presente un museo, de lo actual un fósil. Cuando para preservar lo que creemos bueno lo hacemos sagrado e intocable.
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