Los que son más pasionales me reclaman que soy demasiado racional.
Los más racionales, que soy muy pasional.
Y sí, reconozco que a veces, frente a algunos planteos más de tipo afectivo o a razonamientos inconexos, movidos por la urgencia, la vehemencia, el fragor de la batalla, tomo distancia, enfrío, razono.
Otras, cuando me quieren enamorar de un silogismo o de una derivada integral, tomo calor y me enamoro de lo primero bello que encuentro y detesto entrañablemente la lógica perversa.
Un sano desequilibrio.
5 de septiembre de 2012
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