Esperaba que Rocío saliera del colegio. Las madres y los padres charlaban entre ellos pero como por suerte no conocía a ninguno, me dedicaba a observar y escuchar el chusmerío: que tal maestra no sabe enseñar, que este nene debe tener ADD, que no saben para qué es la reunión del 20.
Los nenes iban saliendo de a poco, comenzando por los más chiquitos. Como había llovido bastante, la recomendación inútil y repetida era cuidado, XX, no pises el charco. Claramente, no recordaban esos padres lo divertido que era.
Pero lo que me hacía sonreír mucho era escucharlos despedirse a los enanos de 6 años, ver los gestos de cuidado entre ellos, las manos que se agitaban, los chau gritados con entusiasmo. Estaban bastante seguros de hacer algo muy serio.
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