El lunes a la tarde, una mujer de alrededor de 30 años, vino triste y angustiada: se había muerto su abuela. De pronto, la mujer que la había cuidado y casi criado, ya no estaba.
Lo más angustioso para mí, era justamente que no se bancaba la angustia: no hacía ni 48 horas que había fallecido la abuela (48 horas reloj) y ya quería estar bien.
-¿Es la primera muerte cercana que tenés?
-No, mi abuelo murió cuando yo tenía 3 años pero no me acuerdo mucho.
Ok, reformulo la pregunta, ya que la respuesta fue correcta.
-Claro, eras muy chica. Y de grande, ¿es la primera?
-Sí...
-Bueno, mirá, está bien que estés triste y angustiada, es normal...
-Pero me quiero morir, no puedo más.
-Te entiendo. Pero tené en cuenta que todavía no hicieron ni dos días. Esto va a durar bastante y se va a ir yendo la pena fuerte, pero el dolor queda.
-Pero no quiero pasar por esto.
-Si no pasás, no salís.
Pobre, no hay remedio para la normalidad.
Nadie nos avisó.
14 de septiembre de 2012
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