Ayer nos enteramos por la TV argentina que murió la hijita de una modelo de acá y un actor chileno. Bellos ambos, famosos. Felices. Blanca tenía seis años y unas bacterias la llevaron a la muerte. Triste, sin dudas.
Inmediatamente las redes y los medios se llenaron de las preguntas, los dolores, los pésames de rigor.
A mí se me llenó la memoria del corazón de otros, anónimos para muchos, que atravesaron lo mismo, lo innombrable: Olga y José, Alicia y Luis, Puppy y Carlos, Nacho y Flor, Silvia y Marcos, Eli y Oscar, Mariano y su esposa, Isabel y Miguel, Belén y José, Daniel y Sally. Eso de los que conozco, y me olvido de otros, sin dudas.
Sumemos los más anónimos que mueren por hambre o violencia, a mansalva en las guerras, lentamente en otros parajes. Los que cuentan menos, pareciera.
Sin dudas, el dolor es el mismo, inconmensurable, inabarcable.
Tantos padres y madres que siguen viviendo dolientes y sonrientes.
Tantos que ni sabemos.
No aparecen, no resplandecen.
Brillan.
9 de septiembre de 2012
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2 comentarios:
yo pensé lo mismo... y los medios que no son empáticos, compasivos ni solidarios, haciendo su negocio, su festival!
Para peor escuchar y leer frases como... "no doy mas de dolor por la muerte de Blanca", "no paro de llorar" ... qué decirte!
Por suerte los papas, aunque bellos y exitosos, no se hicieron funcionales a los medio y creo que lo manejaron bien.
Sabés que ni bien escuché la noticia, me acordé de todo lo que pasó con María Paz y no pude dejar de pensar en todo el día en Sally y Daniel...
Lamenté mucho la muerte de Blanca, pero no pude dejar de relacionarlo con lo de Paz.
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