Dicen que la gente del interior tiene una espacio personal más amplio que los de ciudad. En la ciudad
andamos más amontonados, entonces charlar con alguien a menos de medio metro de distancia no es problemático. Para alguien desacostumbrado a la promiscuidad del 60 o del tren, es casi una invasión. No, casi no: es una invasión territorial.
Alguna parte mía debe ser del interior, parece... Cuando para hablar se me agarran del brazo como si temieran que fuera a huir, me pasa exactamente eso: quiero escapar. Cuando se me acercan dos pasos -innecesarios para mí-, retrocedo tres. A ver: te veo perfecto, te escucho bien, hasta puedo olerte: ¿qué más?
No es solo con el espacio físico. Necesito el espacio "entre" para existir, para ser. Para respirar.
24 de septiembre de 2013
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