Veo y constato, contra mis propias suposiciones y prejuicios: no está todo dicho cuando se refiere a las personas. El origen, la historia condicionan, no determinan.
En las personas hay un espacio inocente, original, incontaminado que tiende a la luz, a lo bueno, a lo que sana, potencia, redime.
¡Qué tarea enorme descubrir -en mí, en toda persona- ese espacio!
Qué desafío desmontar, limpiar, desmalezar, despejar lo que nos aparta u oculta este centro.
Encontrado, abrirnos a la libertad honda. La que nos hace plenos.
Humanos. Humanizados.
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