Si blanquéaramos una cuarta parte de la oscuridad que tenemos y nos negamos a reconocer, veríamos un poco más claro.
Vivir en la verdad o cerca de ella es incómodo. Es como la balanza de la conciencia, que acusa nuestro exceso. O nuestra falta de consistencia.
No somos tan perfectos como quisiéramos. Ni tan demoníacos como a veces creemos.
Pero de un tiempo a esta parte, hasta las balanzas mienten.
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