Francisco, el papa, convocó a católicos, cristianos de otras iglesias, religiones no cristianas, y personas de
buena voluntad a tener hoy una jornada pidiendo por la paz. La posibilidad del ataque a Siria ha sido el disparador de este pedido y de este gesto.
Cada quien a su modo, según su tradición, costumbre o pertenencia religiosa (o no) está invitado a rezar, ayunar, reflexionar. Algún líder religioso islámico ha replicado la invitación. Agrupaciones políticas invitan a Plaza de Mayo. La Plaza San Pedro en el Vaticano también tendrá su convocatoria. Otros lugares congregarán. Muchas personas lo harán por su cuenta.
Como creyente me sumo. Pero aclaro: Dios no quiere otra cosa que la paz y la vida plena para sus hijas e hijos. Es decir: no hay que pedir la paz como si hubiese que convencer a una deidad airada.
Somos nosotros quienes debemos convertirnos de nuestra violencia. Pedir, orar, rezar, ofrecer que otros y otras elijan la paz.
Dios la eligió hace rato. Nosotros de a ratos.
Si no convertimos esa imagen de dios, difícil que nos convirtamos nosotros.
7 de septiembre de 2013
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