Tengo dos gatas y medio gato. Es decir, las gatas son caseras, el gato va, viene, hace lo que quiere.
Una de las dos gatas maúlla todo el tiempo. Bueno, no todo, pero muchísimo. Maúlla para avisar que está la otra a la puerta, que quiere comida -aunque haya en el plato-, que quiere salir, que quiere entrar, cuando me levanto y me ve a la mañana, cuando vuelvo a casa y se quedó afuera/adentro.
Si aparece alguno de los otros gatos, se les cruza por adelante, los sigue, los molesta cuando comen, se acuesta a dormir al lado de ellos, sobre ellos, los peina, los molesta, los muerde, los acicala, los persigue.
Voy al baño y me espera a la puerta, entro a mi habitación y me sigue los talones, subo la escalera y se cruza entre mis piernas.
Siempre un maullido desgarrador, lastimero. El mismo tono de pena, de desamparo. Esté contenta, hambrienta, enojada, necesitada, alegre, esperando, recibiendo, satisfecha.
Esa gata me recuerda a tantas personas...
3 de mayo de 2013
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