Por muchos y variados motivos, cuando era chiquito una de las consignas -explícita e implícita- de la casa era no hacer ruido. Eso hizo que mis juegos fueran más mentales que físicos. Luego, que dedicara horas y horas a leer. En silencio, claro.
El silencio se filtró luego a lo que se decía o dejaba de decir. Como no quería complicarle la vida a nadie porque había "cosas más importantes" (es decir, peores), me acostumbré a no compartir lo que necesitaba. Era autosuficiente.
El silencio también era una orden social, nacional: los 70, cuando se leía "el silencio es salud" en un cartel que circundaba al obelisco.
Aún hoy escucho música en un nivel bajo, la tele está bajito, también. Aún hoy siento que el ruido es agresivo, que disturba cierto orden, que lo quiebra. Soy bastante autosuficiente. Valoro el silencio, no lo temo. Pero voy recuperando la voz.
22 de mayo de 2013
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