Cada quien tiene sus mecanismos de defensa para poder vivir lo mejor posible -o lo menos mal posible, que es casi lo mismo-. Si viviéramos en carne viva, expuestos, desarmados, vulnerables todo el tiempo, no habría cuerpo o espíritu que resistiese.
Hoy, charlando con una mujer sobre las maneras que diluimos algunas cosas como para disculpar nuestra mediocridad, me volvía a surgir la contradicción entre el ideal y lo vivido, entre el desafío y el resultado, entre la llamada y la respuesta.
No sé si me da para hacerme el desentendido o mirar para otro lado. Sé que lo hago miles de veces. Sé también que muy de vez en cuando puedo dar pasitos provisorios y pequeños. Bajar las defensas, desnudar un rato, aunque sea.
16 de mayo de 2013
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