A mi ahijada le encanta pintar y dibujar. Lo hace muy bien desde pequeña; ahora, casi con siete años sigue mejorando y aprendiendo. Empezó a ir a una profe extra escolarmente por gusto.
Estaba con ella cuando llegó su padre con una caja de veintiséis lápices acuarelables y hojas de dibujo. Cuando chico nunca tuve ese tipo de lápices porque eran caros y tampoco dibujaba o pintaba como para justificar el gasto.
Con la excusa de mostrarle a la niña cómo se usaban me puse a pintar con ella: dibujábamos, coloreábamos y luego, con el pincel húmedo ante nuestros ojos el trazo se hacía acuarela.
¡Es tan bueno descubrir cosas con los pequeños! Es oportunidad, para mí, de revivir, recrear, resignificar sueños, deseos. Momento de lazos, además.
Tiempos idos que retornan.
17 de mayo de 2013
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