Lo impensado en los límites a los que llegan algunos en su desprecio por otros; los límites a los que empuja el odio; la falta de límites, paradojalmente, a los que el desprecio y el odio nos llevan, empujan, arrinconan.
Y ya sabemos cómo actúan los animales arrinconados. Atacan para sobrevivir; perciben, sienten que el otro es una amenaza vital, un enemigo.
No soy tan puro como para creerme sin desprecios u algún odio envejecido. Los miro, los nombro. Convivimos atentos. Alertas para que no se desmadren.
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