Empezaba a correr un aire fresco. Olor a humedad. Cielo encapotado.
Volvía a casa para salir en un rato de nuevo. Uff, si me agarra la lluvia sin paraguas qué garrón.
No hizo falta más que ese pensamiento para caer en la cuenta de los límites mentales, afectivos. Ok, me mojo, es un garrón. Pero tengo ropa seca en casa; mi casa no se inunda; soy de los que ayudan; puedo darme el lujo de dar porque algunas cosas me sobran.
¿Cuánto más tengo que vivir para salir del termo?
11 de abril de 2013
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