Mientras cenábamos en casa de unos amigos charlábamos.
¿Cuándo deja la conciencia de mandarnos el mensaje necesario para que no terminemos desbarrancando?
¿Cómo es que algunos pueden las mayores -o no tan mayores- bestialidades y luego seguir, vivir, dormir, acariciar a sus hijos?
Sin llegar a lo patológico, que es otro tema. Pero esas cositas que nos van corroyendo, corrompiendo tan ¿sutiles? que pasan de un grito a una paliza brutal. De un vuelto que me quedo, a un dinerillo que me robo.
De un menosprecio a alguno al desprecio de todos.
¿A cuánto estamos del abismo? ¿Qué tan cerca nos detenemos?
18 de abril de 2013
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