Y como suele suceder, junto a cosas admirables que llenan de orgullo, aparecen cegueras, mezquindades, cortedades.
Del que quiere generar rédito partidario y, en su lugar, genera desconfianza.
Del que perdió un televisor y un par de colchones y se olvida de los que perdieron la vida.
Del que desde un escritorio/mostrador/termo dicta cátedra sin arremangarse.
Del que se excusa en los errores ajenos para no intentar.
Del que lucra económicamente con los demás y su desgracia.
Pero la joya del día: una vieja, pobre, muy pobre, que esta vez zafó del agua y trajo, dignísimamente lavadas y planchadas, ropa para otros. Gente que da gusto.
6 de abril de 2013
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